UN
SOLO EPITAFIO
Pronto
acabará por acertar su fuente
la
puntualidad y la precisión de la parábola
para
arrastrarnos sin cielorrasos a la madeja
donde
el humo se desarregla las trenzas y lo ciego.
Escupirán
balas de colores las arterias
sacudirá
la fiebre inagotable lo inexplicable
para
viajarnos intactos siendo esclavos del vértigo.
Aún
así, el océano nos parecerá una gota
el
universo nada más que un punto suspensivo
y
la vida, una escasa razón, sumergida en un suspiro.
Pero
a pesar de ello, siempre nos celebraremos.
Con
las uñas, con los dientes, con la resistencia
que
desangra el pecho abierto de cada amanecer
y
con la fe del secreto que se perpetúa
en
la memoria de la sangre que aguijonea el alma.
Así
habremos de amarnos, sin edades, sin tiempos,
sin
costillas que confesar, sin realismos, sin deudas,
sin
fragmentos, sin nombres, pero con gritos en celo,
sin
olvidos, sin milagros, pero con la bestia rugiendo,
sin
ausencias, sin insomnios, sin desiertos, sin vetos,
sin
nupcias, sin campanas, pero con el paladar ebrio.
Así
habremos de amarnos,
con
un único epitafio final, el silencio.
Pintura Antonio Correa
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