ELLA
Y SU RÍO
Hubo
a sus pies un río cada día
pero
nunca una orilla, nunca una isla.
Apretaba
el agua en el murmullo de su rostro,
alguna
vez se quedaba en su escondite,
juramentaba
los atajos desde su vista
y
se perdía más allá de cualquier límite.
Se
creyó que tenía el embrujo final
de
los puertos que tienen ventanas al viento.
Construyó
castillos de arena
con
alcobas y lechos que rozaban
simulacros
de bienvenidas
y
de bahías presagiadas de fuego.
Lanzaba
piedras para contar el tiempo,
cerraba
sus ojos para abrir la esperanza
y
otras veces celebraba el reflejo de una luz
que
le mojaba los labios desorbitados de sed.
Confundió
otoños con primaveras
a
la sombra de la espera desesperada
más,
se robó a si misma la alegría
alimentando
su río con sus lágrimas.
Cargó
su última mochila, su última botella
restableció
la esperanza desde sus entrañas
y
lanzó todos sus gritos al azar de la corriente.
Puso
dentro de su declamación final
la
única herramienta que todavía le habitaba,
su
corazón lleno de versos y melodías,
y
escribió con el milagro de la tentación
de
que aunque más no sea por una vez
una
mano recogiera su oasis al borde del abismo.
Foto Antonio Correa
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