DOS
EN UN LUGAR EQUIDISTANTE
Todo
se avisaban desde el beso.
La
virginidad de sus labios,
el
apuro insaciable de la sed
y la
desvergüenza sin control.
Bajo
una nube de apetencias
se robaban
sin conjeturas sus hemisferios.
No
transaban con el barullo.
El
traductor de sus silencios
se
ahogaba en la ría de sus gargantas.
Se
reconocían desde su manos
y perpetraban
el asalto a la claridad,
se
complacían de la circunstancia
enajenando
el sueño en la certeza.
Abarcaban
el escándalo
sin
importales el puto juicio.
El
mundo les era impenetrable
porque
ellos eran el mundo.
Se
sentían mártires del instante
y
generosos criminales de la hipocresía.
Nada
disponían, solo establecían puertas.
A la
vista de todos era una fiesta.
En
algún punto me sentí nosotros.
Autorretrato
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