SOLILOQUIO
DE UN PRESENTE
Nunca
supusieron que el instante era el mañana.
Jamás
se cansaron de respirar en las nubes,
sus
tactos tenían la sensación del milagro.
La
recompensa les preñaba de escotes al infierno
y
odiaban el reloj que les apagaba la luz.
No
pudieron bailar el baile que deseaban,
pero
igual bailaban sin prudencias y a escondidas.
Descubrieron
que había pájaros en la Luna
y
que ellos aprendían a volar desde sus manos.
Las
urgencias les paralizaban el tiempo
y
sus bocas pernoctaban a su antojo en él.
Conocieron
el sol en la noche.
Empeñaban
los sueños en la coincidencia,
ofrendaban
a ningún dios sus vientres
y
leían poesía a destajo desde la lengua.
Paladeaban
el rocío tibio del sexo
y
se ahogaban de cielo en sus pupilas.
Garabateaban
serpientes de fuego
en
la epidermis inminente de sus acantilados.
Se
extraviaban en muelles con olor a templos
y
aprendieron a ulcerar las venas del camino
perforándose
desde la fuente del universo.
Aquella
sensación de vuelo
tenía
el vértigo de estrellas fugaces.
La
leyenda dice que los dos,
siguen
escribiendo los mismos versos.
Pintura Antonio Correa
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