PRINCIPIO
Y FINAL
Hay un
punto donde es posible ser verso
donde
la equivalencia controla el deseo
y donde
también, el misterio alucina sin remedio.
Ella
lo sabe. Ella lo guarda. Ella lo impregna.
Ese
punto no sabe de cuestiones suspensivas,
sí sabe,
de naturalezas perfectas de armonías.
Entiende
ella, que ese punto puede cambiar un mundo,
hacer
que lo imperfecto se desnude de simetría,
hacer
que todos los motivos valgan a pesar de las derrotas
y que
haya causas de movilidad en la inmediatez
donde
se ahogan el horizonte y la bienvenida.
Ese
punto, según ella, tiene la receta para los amantes,
aquellos
que osan con desafiar las leyes de la alegría.
Él, comienza
por el punto de partida
inclinándose
en la mordedura hambrienta
de aquellos,
los labios de ella,
que
denuncian la sed y la codicia.
Él,
deberá sucumbir en el eje de todas las mañanas
si
desea fecundar la crónica final de todas las energías.
Solo
así, podrán ella y él, desde la equivalencia del deseo
escribir
el punto final donde el secreto se rinde ante el verso.
Autorretrato
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