DESIERTO
DE PRINCIPIOS
He
aprendido a elevarme
desde
tus palabras, desde tu aliento.
A
cruzar los dedos en la ráfaga de tu infierno,
a
sostenerme en el cubil de tu antojo
donde
las telarañas incitan a enroscarse.
Ejercito
por culpa tuya, -bien que por culpa tuya-,
ejercito
sin plagios el ejercicio del desvarío
allí,
en el columpio donde las nubes se besan
y
donde tú, compones el abrazo de la tempestad.
He
convocado al ritual del asombro
en
las escaleras excarceladas de tus inventos
sin
oponer resistencia a la saliva de tu núcleo.
Más,
me he impuesto a mí mismo
desprotegerme
de la mortal paradoja
esa,
tan visceral del segundero,
para
inmolarme en el seísmo de tus disturbios
tan
sustanciados de fertilidades lunáticas.
Desde
ya, me declaro desierto de principios.
Desde
tus gestos, desde tu insolencia,
desde
tu descabellada esclavitud del arrebato ,
desde
tu reflejo enajenado en mi diario íntimo,
desde
tu embriaguez virtuosa de hierba clandestina
y
desde tu vocación de musa exclusiva e imperfecta
me
declaro desierto de principios.
Apenas
sobrevivo. Apenas, apenas sobremuero.
Pero
se siente tan bien desmenuzar ésta muerte viva
en
que reposo el rigor de bien vender contigo, el estar vivo.
Pintura Antonio Correa
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