TESTIGO INERTE
El reloj
muerto, sin ritmo ni sonido
habla en la
pared desnuda y viva
de un tiempo
no preciso y certero
en que se nos
despedaza la vida,
su silencio,
mudo espectáculo sin fin
nos retumba en
el norte de la mente
con sus ya
vencidos y siniestros tictac,
la noche desarropada
en su madrugada
nos devuelve
la insaciable evidencia
de su afonía irreparable
y mortal
en el
golpetear de su afasia motora.
Su vestigio es
un virtual testigo presencial
de que esta
noche la vida surtirá
de panfletos insurgentes
sus estrellas
donde nos
arrancaremos desde la coincidencia
los rituales irreverentes
en que se precipita
descomedida la
sinuosa génesis del presagio
en que la
oscuridad deslumbra de luz.
pintura Antonio Correa
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