martes, 16 de octubre de 2012

CONFESIONES DESDE DETRÁS DE UN VIEJO VENTANAL



CONFESIONES DESDE DETRÁS DE UN VIEJO VENTANAL



A veces mirábamos sin mirar
mirándonos a nosotros mismos,
descifrando las fingidas alegrías
de aquellos que discurrían el camino.
A veces nos hablaba el mundo mismo
ese mundo tan lleno y tan vacío
a  nuestra sola soledad de estar vivos
intentando absorbernos en su delirio
de aquellos que marchaban sin destino.
Muchas otras, cerrábamos los ojos
tras la húmeda frialdad de la neblina
en que golpeaba marchita la esperanza
de aquellos que abrigaban sus miserias.
En ocasiones, los rostros de las noches
nos deslizaban a las tertulias
de aquellas ojeras que nos traerían
los amaneceres de lo intempestivo,
de lo condenado y del juego lírico.  
Otras veces, el reflejo nos devolvía
de nuestros ojos su marcados espejos
para herirnos filoso en el silencio
al exhibirnos desde la imagen
que nos teñía desde el  invento.
Otras cuántas, traspasábamos los abismos
desvelándonos marginados de sueños
creyendo conquistar los horizontes
de aquellos pasos confesos de deseos.
Otras veces nos arropábamos de luz
al descalzarnos  desnudos de laberintos
para caminar desde las cornisas
en el equilibrio mundano del desvarío
donde colonizábamos las fronteras
en que los amantes juegan a ser niños.
Al final, mirábamos sin mirar
mirándonos a nosotros mismos,
para hallarnos sin piedad
despojados del manifiesto que nos revela
que detrás de nuestros ventanales
y en el reflejo de nuestros espejos
lo único, real  y certero que nos habita
es el privilegio de sentirnos dueños
de la razón y la imaginación implacable
que libre de toda universalidad
nos hace anárquico de nuestra libertad.




Obra Viejo Ventanal
(reciclado con maderas y
metales).
Antonio Correa

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