domingo, 6 de enero de 2013

EL DIA


EL DÍA

Se parte el día,
se parte en la ventana que se cierra,
en el desaire desempolvado de los minutos,
en la puerta que se abre en vaivén,
en el cansancio descansado de la rutina,
se parte en los libros dormidos ya leídos
donde algunos siguen vivos,
y otros, quizás,
en el descreído gramo de nuestro peso,
en los vasos que lloran alegrías
o alguna puteada bien parida,
se parte en los abrazos abrazados
y también en los desabrazados,
en el beso de los segundos al oído,
en los pasos rengos y desamparados
disimulados de traje gris y con corbata,
escondido entre nubes bizarras
pero reflejando en el pasaje,
se parte, en estaciones sin turno
casi siempre odiadas,
entre marañas de pies atados
surcando avenidas frías,
en el polen sugerido de mieles hipócritas,
en el descafeinado café de charlas inconclusas,
se parte, en la uva pisoteada
donde se eructa el vino,
en las miradas frívolas de sonrisas complacientes,
en ausencias y presencias se parte
a veces nulas a veces intensas,
entre muertos y vivos llorados y maldecidos,
sin destino conocido alimentando aforismos nuevos,
encubriendo ganancias vacías
y descubriendo el espejo del exceso, se parte,
en lo ridículo del pensamiento deshabitado,
en huellas de augurios sin rumbos,
envalentonado de simulados equilibrios,
en cartas ya fenecidas  y a destiempo,
se parte en la violencia confundida
de los que miran desde ópticas podridas,
en los lechos desnudados y vestidos sin ropas
de los que violentan el gozo sin medidas,
en las despedidas sin fugas distraídas
y en la bienvenida gloriosa de lo inesperado,
Se parte el día,
se parte en infinitos seudónimos del instante,
se parte entre el ayer y el mañana
allí se parte el día,
allí donde hay que descubrir
lo inevitable, lo inconfesable, lo inédito
lo inconmensurable y lo genuino del camino.





foto Antonio Correa

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