lunes, 8 de abril de 2013

ELLOS...


ELLOS…

Ellos se esperaban,
ellos se aguardaban,
en urgencias inmediatas
y en prisas ineludibles
se esperaban,
vacíos de ausencias
y urgidos de respuestas
se esperaban,
ya no bastaban la palabras,
ya no bastaban las señales,
ellos se esperaban,
desarmados de defensas,
con el hambre que lo arranca todo
y en el diagnóstico desesperado
de la paciencia se esperaban.
Ellos se esperaban sin recetas,
sin fronteras y sin obsesiones
simplemente se esperaban,
con las puertas abiertas,
con las ventanas al aire
y con los territorios anchos
se esperaban,
ya no encajaban los vocabularios,
ya no alcanzaban las contraseñas,
más por si acaso se esperaban
con la osadía a sus pies,
desligando al destino
y con los ojos cerrados
tropezando en lo incierto
se esperaban,
más simplemente se aguardaban
abriendo el cálculo de los sueños,
con la imprudencia de lo inevitable
con la audacia sin tiempos
sin cadenas ni cerrojos
se esperaban.
Ellos se esperaban,
ellos se aguardaban,
con las hojas en blanco,
con los paréntesis en libertad
y sostenidos de rocíos
se esperaban,
en la fragilidad del pájaro,
en la huella estrecha de la ola
y en la certidumbre del día
se esperaban.
Más ahora,
ya no se esperan ni se aguardan
es que al instante después
de honrar la espera de lo deseado
todo concluye en la coincidencia
en el cual, los vértices se convierten
en el abrazo análogo y consonante
de la irrevocable muralla
donde ellos, se habitan de pertenencia.




pintura Antonio Correa

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