LA MÁQUINA
Tiembla implacable
insensible y de
vanidad
casi en
silencio
desierto de obsesiones
y huérfano de
sincronías
afinadamente
imperfecto
patrón macabro
del tiempo
anárquico soberbio
de si mismo,
él, testigo inhumano y frígido,
anuncio de mi llegada
aquel día,
me mira sin
inmutarse
sin siquiera
importarle me desafía,
es que sabe o
se cree
que más tarde
o más temprano
me bajará la
guillotina,
pero estoy
decidido
él no marcará
la despedida,
cuando el
penúltimo sorbo
de este
cabernet sauvignon
imprima su huida
en mis venas,
sus vísceras
marcarán la pared,
destrozaré su
humanidad fría
reventándolo y
extirpándole
su creído
privilegio.
Es que jamás
él, el reloj,
será dueño de
mis tiempos.
Foto Antonio Correa
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