VERSEANDO EN CINCO…
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Tengo cinco versos en mi mano
o sea, sintetizando lo tengo todo.
Tengo las letras, tengo las palabras
tengo el silencio y tengo el ruido.
Pero sobre todo, tengo la vida en un poema.
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Los ojos cerrados, un sueño detrás.
Los abrazos de palabras se entallan
se acarician las rimas y las asonancias
la evidencia de un poema llega a la cima.
Y tú y yo, concurrimos desnudos a la cita.
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Un libro, una cama, muchas historias.
Un cuerpo, dos cuerpos o quizás más.
La noches, los días, las cuatro estaciones,
sigilosamente el tiempo se vive de muerte.
Pero la resistencia de la poesía no se muere.
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Asumen sin otra consecuencia que el desafuero,
entretejerse con la complicidad del viento
a las anchas sobre el cielo explícito de sus cuerpos,
y estallarse de brisas erizadas e insubordinadas
desde el ombligo donde se estremece el fuego.
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Pasan, se rozan, se sienten, se estremecen,
se vuelven, se miran, se sonríen, se mudan,
se intentan, se interrogan, se silencian, se tiemblan,
se versan de carnales fantasías y se escriben de poesía.
Más todo sucede con el hambre de cualquier verbo.
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La suerte sucumbe en el destrato que le hago
ya no le creo, es tan falsa su espera que no me apiado,
podrá querer hacerme un guiño de vez en cuando
más me sonrío y me fugo a su desencanto.
La suerte, esa falsa compañera a la que a veces nos
aferramos.
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pintura Antonio Correa
